Lo peor de ser un moderno es que no basta con
comprarse unas gafas de pasta, una camiseta chula y unos pantalones de pitillo,
también hay que creérselo. El moderno debe disponer de un hobby lo más
alternativo posible y si éste no lo es al menos que parezca más raro y
exclusivo que el de cualquier otro. Me gusta el queso, pues bien, pero de arándanos
suizos. El primer día de mi PrimaveraSound 2012 yo me sentí el más moderno de
todos. Contemplé con asombro como otros miembros de la tribu con sus gafas de
pasta reglamentarias y sus camisetas chulas desechaban la idea de ir a ver a
Hooray For Earth por unas cervecitas en el Raval. Por dios! HOORAY FOR EARTH!
Sí, ya sé, no son el grupo más popular del mundo. Tampoco para mí hasta hace un
par de semanas antes del Primavera, esas en las que te empollas a toda la horda
de formaciones de las que no has escuchado hablar en tu vida. Una de ellas
destacó por un tema en particular: Sails.
Un temazo, un clásico instantáneo a la altura de un Kids de MGMT o un My Girls
de Animal Collective. Lo había escuchado meses antes y de casualidad en Radio3,
desde el primer momento me pareció un hit. Pasé un par de días buscando en
youtube a que banda podría pertenecer porque no me quedé con el nombre, y ni
con too late, close to my heart y
similares fragmentos de la letra que recordaba logré dar con el grupo. Fue
desgranando la lista de formaciones que tocaban el martes en la sala Apolo que
la fortuna me puso delante de las narices el nombre del grupo y la ineludible oportunidad
de verlos por el mismo precio. Noel Heroux es el líder, el que ha compuesto,
arreglado y grabado la práctica
totalidad de las canciones en su último trabajo; True Loves. Un tío de aspecto
desaliñado, ojeroso, depresivo, con una camiseta nada chula que ha firmado un
disco notable con un single que solo necesita de un buen remix para pegar en
todo bar de moderno que se precie. Dream-pop, con toques de psicodelia, y
reminiscencias ochenteras tan a la moda de Brooklyn. Por cierto, es coleguita
de Twin Shadow, que se conocen del barrio.
El concierto, convincente, vibrante a ratos, con
una sola pega, soltaron la artillería antes de presentarse, cuando todavía el
público no había apurado la segunda copa, una pena porque hubiera podido
flujear de la emoción.
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