22 abr 2014

Superhambre



“En el Liceo Francés de Nueva York se produjo un fenómeno inquietante: diez chicas se enamoraron de mí. Y yo sólo estaba enamorada de dos de ellas. Se trataba de un problema matemático.”

Frases cortas, claridad expresiva y exquisito sentido del humor. Amélie Nothomb nos descubre la noción de superhambre. No se trata de una desmesurada búsqueda del placer, o de un hiper desarrollado sentido del deseo si no de la necesidad imperante de llenar un vacío, una carencia: la oportunidad de estar vivo.

Amélie asume la responsabilidad de plasmar la complejidad emocional e intelectual de la infancia sin caer en el tópico o el ridículo. A través de un lenguaje directo y mordaz nos seduce en su interrogatorio inocente acerca de la superioridad del apetito.

Biografía del hambre no es un libro que deba comenzarse a leer en el metro. Es un libro para ser devorado.


15 jun 2012

PrimaveraSound 2012. Jueves. Primera Parte.



Pasemos al jueves, día grande en definitiva, día en que los Wilco, los Franz Ferdinand, Sr. Chinarro y etcétera se morían de ganas de que por fin N y M fueran a verles, me los imagino en el backstage sudorosos, intranquilos, bebiendo agua mineral y pegándose compulsivamente tiritas en los dedos, preocupados por la botella de Martini y la media de ron que nos habíamos pimplado, a ver si no van a llegar se decían, estos son capaces de quedarse en la habitación hablando toda la tarde. Tranquilos chicos esto no va con vosotros, bueno un poco con Antonio Luque si va, y con La Estrella De David, con Baxter Dury y Purity Ring que no conseguimos disfrutarlos. A Baxter Dury lo escuchamos de fondo, según entramos en el Parc del Forum de camino al escenario Mini. Dos semanas diciendo lo guay que sonaba este tío y luego pasamos soberanamente de él. En el Mini tocaban Friends, otra banda de Brooklyn recién formada, con disco todavía calentito, sonido mestizo y estilo impreciso, indie pop de mercadillo y con aspiraciones a modernidad, perdón chiquitines pero Lykke Li hace mejor eso que ustedes sueñan. Después de un nutrido conjunto de gorgoritos por parte de la cantante y una reverb capaz de provocar la muerte espontanea de una manada de ballenas toqué el hombro de N y nos fuimos a pedir una copa.

Ya de perdidos al río. Descartamos The Afghan Whigs, Death Cab For Cutie y Mazzy Star y nos vamos al Pitchfork a ver a Grimes antes de hacernos sitio en el escenario principal para saborear a Wilco en primera fila. Grimes es Claire Boucher, una canadiense de veinticuatro abriles que ha publicado un disco por año desde su debut en el 2010. Un buen ejemplo de Juan Palomo, ella se lo guisa y ella se lo come. Un sintetizador, una loopstation, su voz y unas cintas fosforitas en el pelo, no necesitó nada más a parte de cuatro colegas bailando a su alrededor para poner a brincar a todo el mundo. Lo dicho, sonidos electrónicos, looping y multipista vocal.

Es un lujo poder ver a Jeff Tweedy y compañía a menos de cinco metros de distancia, más si  Wilco ha sido una de tus bandas favoritas de todos los tiempos y aún más si no los has escuchado nunca en directo. Supongo que acumulas tantas expectativas que difícilmente luego puedes salir por completo satisfecho del concierto. Ese fue mi caso, pero ya no tanto por las expectativas creadas sino por lo legítimamente exigible a una súper banda como Wilco, abanderados por antonomasia del rock alternativo. Correctos sin más y profesionales a secas, así resumiría el concierto. Desde que Jeff Tweedy se cree Paul McCartney Wilco es menos Wilco, es menos experimental y es menos rock. Los dos últimos discos están bastante alejados de la brillantez de sus mejores trabajos. Su disco homónimo del 2009 suena plano y almibarado, como si al bueno de Jeff le hubieran metido una cuchara de melaza popera por el culo. El último, The Whole Love a excepción de un par de temas es un rollo sensiblero en el que se “versionean” a sí mismos del modo más indulgente posible. Bueno, me estoy pasando, que este disco no está tan mal. Solo estoy un poco resentido y un poco molesto, molesto porque se ciñeron casi en su totalidad a estos dos discos como hoja de ruta, apenas se concedieron y nos concedieron alguna licencia; decepcionado porque interpretaron «At Least That's What You Said» (el tema que habré cantado para mis adentros más veces en mi vida) sin una pizca de alma, sin dejarse llevar por el calibre de la composición y por limitar su parte instrumental; disgustado porque más de cincuenta mil personas les corearon durante varios minutos y les imploraron otra canción y ellos se fueran sin mohín alguno a beberse una cerveza al hotel y descargarse porno de travestis.



13 jun 2012

PrimaveraSound 2012. Miércoles.

Existen dos maneras de encarar un macro festival como el PrimaveraSound, a través de la persuasión alegre del alcohol o con una libreta en la mano. Ni que decir tiene que la primera resulta del todo mucho más estimulante. La contrapartida es que mezclar Barceló y coca cola a partes iguales no ayuda a cumplir con el horario acordado. Cuando llegamos al Arc de Triomf The Walkmen estaban tocando su último tema. Una lástima. Desestimamos a los Black Lips y regresamos por donde habíamos venido hacia la sala Apolo, con parada técnica en casa para repostar y vaciar vejiga. Al llegar la cola se había multiplicado por trescientos lo que me hizo perder la esperanza de entrar a tiempo para ver a Chairlift. Sorpresivamente una vez dentro y fuera de la hora programada el primer grupo que vemos resulta ser Chairlift. Fascinante, gracias al magnetismo y al exquisito talento vocal de su cantante, Caroline Polachek. Vuelta de tuerca a los sonidos ochenteros, ritmos marcados a golpe de sintetizador y en absoluta subordinación a las armonías vocales de la chavala. A su fin derivamos entre el húngaro satánico de Void ov Voices, el cual habría merecido un buen bolsazo de risketos, y los veintañeros de Beach Fossils, que todavía andan por los petit-suisse.

 

Kindness fue el siguiente asalto de interés. Emparentado directamente con el rollo de Ariel Pink y en base a una puesta en escena básica, elegante y seductora nos ofreció un delicioso concierto con sabor a balada ochentera y caleidoscópica en la que combinaban a la perfección funk, disco y chillwave.

El cierre lo puso un tal Marc Piñol que pinchó temazo tras temazo como un campeón olímpico. No paré de bailar hasta que llegó un pelmazo y me arruinó la noche.

12 jun 2012

PrimaveraSound 2012. Martes.

Lo peor de ser un moderno es que no basta con comprarse unas gafas de pasta, una camiseta chula y unos pantalones de pitillo, también hay que creérselo. El moderno debe disponer de un hobby lo más alternativo posible y si éste no lo es al menos que parezca más raro y exclusivo que el de cualquier otro. Me gusta el queso, pues bien, pero de arándanos suizos. El primer día de mi PrimaveraSound 2012 yo me sentí el más moderno de todos. Contemplé con asombro como otros miembros de la tribu con sus gafas de pasta reglamentarias y sus camisetas chulas desechaban la idea de ir a ver a Hooray For Earth por unas cervecitas en el Raval. Por dios! HOORAY FOR EARTH! Sí, ya sé, no son el grupo más popular del mundo. Tampoco para mí hasta hace un par de semanas antes del Primavera, esas en las que te empollas a toda la horda de formaciones de las que no has escuchado hablar en tu vida. Una de ellas destacó por un tema en particular: Sails. Un temazo, un clásico instantáneo a la altura de un Kids de MGMT o un My Girls de Animal Collective. Lo había escuchado meses antes y de casualidad en Radio3, desde el primer momento me pareció un hit. Pasé un par de días buscando en youtube a que banda podría pertenecer porque no me quedé con el nombre, y ni con too late, close to my heart y similares fragmentos de la letra que recordaba logré dar con el grupo. Fue desgranando la lista de formaciones que tocaban el martes en la sala Apolo que la fortuna me puso delante de las narices el nombre del grupo y la ineludible oportunidad de verlos por el mismo precio. Noel Heroux es el líder, el que ha compuesto, arreglado y  grabado la práctica totalidad de las canciones en su último trabajo; True Loves. Un tío de aspecto desaliñado, ojeroso, depresivo, con una camiseta nada chula que ha firmado un disco notable con un single que solo necesita de un buen remix para pegar en todo bar de moderno que se precie. Dream-pop, con toques de psicodelia, y reminiscencias ochenteras tan a la moda de Brooklyn. Por cierto, es coleguita de Twin Shadow, que se conocen del barrio.

El concierto, convincente, vibrante a ratos, con una sola pega, soltaron la artillería antes de presentarse, cuando todavía el público no había apurado la segunda copa, una pena porque hubiera podido flujear de la emoción.

27 sept 2011

Desfile de bostezos más allá de las dos horas de duración.


Riiiiing… riiiiing… riiiiing!!!

- Ehhh, ¿sí?
- Hola, hola, ¿Sean Penn?

- Sí, ehhh…
- Bien, hola, ¿te acuerdas de mí? soy Terrence
- Ehhh…

- Terrence Malick, hombre! El cineasta!
- Ehhh, sí, sí, claro, Terrence, ¿Qué tal todo? ¿Hace mucho que no…?
- Ya, es que he estado muy ocupado.
- Ehhh, claro, claro, ¿y qué tal todo?
- Bien, fenomenal, voy a rodar otra peli y quiero contar contigo.
- Ah qué bueno! Y qué tengo que hacer!

- Bah, poca cosa, tú solo tienes que poner cara de Sean Penn y ya está.
- Vale, vale, y me vais a pagar? Es que ando un poco justo últimamente.
- No te preocupes, he engañado a Brad Pitt para que me la produzca.

- Esto, y… bueno, pues ya me contarás en qué consiste el asunto…
- Nada, pasamos el jueves a recogerte te hacemos unos planitos y listo.
- Ok Terrence, hasta el jueves.
- Hasta el jueves chaval.

Clack! Tuu… tuu… tuu…

Supongo que no fue tan fácil, supongo que Terrence Malick le soltó un rollo de hora y cuarto al bueno de Sean Penn sobre la vida, la muerte, la madre que parió al universo y el sentido que tiene todo eso para cada uno de nosotros. Supongo que más o menos a la misma altura de este diálogo ficticio Sean Penn se convenció en el real del proyecto de Malick, más o menos a la altura de: vale, vale, ¿y me vais a pagar?

También supongo lo duro que tuvo que ser para un actor tan satisfecho de sí mismo como Sean Penn verse relegado a un plano secundario por un Brad Pitt poniendo cara de Brad Pitt y una ringlera de fotogramas supuestamente poéticos.

La poesía es un concepto muy discutido, ampliamente aceptado como lenguaje pero ordinariamente marginado a la interpretación de unos pocos. Me asusta que el establishment intelectual de medio mundo nos quiera vender El árbol de la vida como una obra maestra, no sé si tomarlo como un cándido síntoma de esnobismo ilustrado o si por el contrario el cine actual se encuentra tan escaso de una visión original y diferente que acoge como salvador a cualquiera que se atreva a saltarse la norma fundamental de la narración cinematográfica, véase sino el caso del triunfo de Isaki Lacuesta en el reciente certamen de San Sebastian. No discuto que las imágenes que nos ofrece Malick en esta película sean poéticas, pero lo que en absoluto voy a admitir es que el resultado sea poesía ni una obra de arte. La belleza por sí misma no configura el arte, forma parte de él, y en ocasiones, pero no lo instituye. Cada campo artístico dispone de sus propias leyes, así como en la pintura es la imagen la raíz y el marco de la idea, en el cine, y digo cine y no videoarte o spots publicitarios, es la narración la que valiéndose de las imágenes comunica el mensaje del artista y el valor de la obra. Y reitero, cine, el cine como lo concebimos hoy por hoy, películas entre los noventa minutos y las dos horas de duración que son las que vamos a ver a las salas. Si el señor Terrence quiere saltarse esta norma me parece muy bien, pero que comprenda que si cambia las reglas también debe cambiar el formato, un servidor no entra en una librería y compra el primer libro de poesía de seiscientas páginas que encuentra pero no tiene problemas de hacerlo si se trata de una novela. Lenguajes diferentes, diferentes hechuras. Justo lo que al parecer Malick no ha entendido o se ha empeñado en no ver. Después de los primeros treinta minutos si se continua visionando El árbol de la vida es más por compromiso estético que porque realmente tenga algún interés. Tanto la proposición metafísica de la cinta como la dicotomía simbólica de los personajes del padre y la madre resultan hueras y pretenciosas, no dicen más que lo que uno ya sabe, lo que uno ya ha escuchado y visto en miles de historias. Y si a esto se le añade un panteísmo barato, un conglomerado escenas de desmedido lirismo, una estructura irregular e impresionista y unos personajes definidos emocionalmente en base de la anécdota y no de una historia el resultado nos traslada a un desfile de bostezos más allá de las dos horas de duración.

Y que conste que la narración cinematográfica no tiene porque estar reñida con lo poético ni tiene porqué reducirse a la estructura convencional que se utiliza generalmente. Si no ahí están los films de Tarkovsky, Kieslowski, Béla Tarr, Kiarostami, Resnais, Pasolini, etc. para comprobarlo.

2 mar 2011

Los olvidados del Notodofilmfest 2011. Primera parte.

Todos los años una vez comienzan a colgar los primeros cortos en el NotodoFilmFest ya salen los típicos sabihondillos sentenciando que esta edición es la peor de la historia del festival, y la verdad que de no ser por las últimas remesas recibidas me habría forzado a darles la razón, porque el nivel (sin contar tres o cuatro excepciones) no era pésimo, era de vergüenza ajena. No obstante ya terminado el plazo de admisión de cortometrajes y haciendo media me atrevo a decir que puede que sea una de las mejores ediciones del Notodofilm. La gente se lo toma cada vez más en serio, ya no se hacen cuatro llamadas a unos amigos, se pide la casa prestada de alguien y hala, a filmar. Ahora se planifica, se rueda y se monta rayando la profesionalidad. Los que lo hacen, claro. Me ha sorprendido que muchos trabajos menores, sin apenas contenido y sin una mínima dosis de talento, como por ejemplo La muerte’l pollo de Josep Badell, carguen con una producción y un trabajo de la hostia. No sé dónde coño sacan el entusiasmo con tan malas ideas pero francamente diré que merece la pena. La merece porque, bien sea por envidia bien sea por pura fiebre de competición, ese entusiasmo se contagia, y basta con que le toque a dos o tres que tengan algo más que serrín en la cabeza para justificar a título propio todo el tiempo perdido en esto del cortometrajismo.

Con la salida de Nani del aparato directivo del festival más de uno habría aplaudido con las orejas si este año hubiera resultado un completo fracaso. Pero me temo que tanto a nivel de participación como a nivel de calidad el volumen de frikis en este país está por encima de emperatrices digitales, vacas sagradas y demás séquito. Aún más, tal vez sea el único año en el que el criterio del Comité de selección a la hora de elegir a los finalistas no me provoca el impulso irresistible de clavarme tenedores en las pupilas. Salvo por los cortos Extraños de Pablo Vara y Formación Profesional de Sergio Milán no se cometieron excesivas injusticias. Estaban todos los que merecían estar y alguno que otro que no merecía ni el desayuno por las mañanas pero se le deja para hacer bulto.

La peña contenta, los mandamases contentos y el artisteo a lo suyo. Hasta que, claro, salen los nominados y ahí todo quisqui pone el grito en el cielo porque no se han acordado de tal trabajo o de tal otro, y por supuesto yo no voy a ser menos. Me parece que cortos como Brokeback Mountain de Julio Mazarico o Los SuperMartinez de David Valero se merecían mejor premio que cero nominaciones, pero por encima, lo que no me entra de ningún modo en la cabeza es que una pieza como 10 segundos de Germán Esteva no se vaya a llevar ningún premio. A mi entender, que no tiene nada de modesto, este corto ejemplifica la mejor manera que tiene el arte de transmitir la idea y la emoción dentro de una historia, esto es, a través de la metáfora. Lo hace con una narración dinámica y sencilla, en la que contiene de una manera indirecta todos los elementos de los que quiere hablar. Síntesis y elegancia, ¡qué más se puede pedir!

1 feb 2011

Lo que Abel Gance, Jaime Rosales y Danny Boyle han hecho por la multipantalla en el séptimo arte.


Danny Boyle tal vez sea de los pocos directores en arriesgar la más variopinta gama de recursos “circenses” dentro de sus películas con un mayor número de aciertos. Mírese sino Slumdog Millionaire, fantástico film efectista a más no poder que cumple todos sus objetivos desde el primer minuto hasta el final… te entretiene, te abruma, te acongoja, y te saca la indignación hipócrita que gasta cualquier hijo de vecino cuando se siente hermano de la humanidad. Así es Danny Boyle un hábil prestidigitador y un charlatán convencido, pero ¡leches! Qué buen cineasta también.

127 Hours es un excelente ejercicio de algunos de estos trucos. El tipo ya en los títulos de crédito te calza un videoclip para no asustar, como diciendo: “tranquilo muchachote, que no te vas a aburrir”. Y no te aburres, estás a punto cuando parece no haber más tu tía pero no, es un pequeño descanso para preparar el clímax, donde también estás a punto, pero no, al final sueltas la lágrima, lloras un poquito como dándote vergüenza por ser manipulado tan fácilmente.

Realizar una película en base a un solo personaje y limitada a un solo escenario no es fácil, existen centenares de factores por los que se puede ir al garete pero requiere de tan solo una condición para que funcione, dicho de otro modo: más vale que el personaje nos caiga bien, porque de lo contrario no hay dios que aguante el truño. Danny Boyle a diferencia de otras cintas de similar planteamiento, (sin poder resistirlo la voy a comparar con la “española” Buried del redicho opositor a contertulio de Que grande es el cine Rodrigo Cortés), desde un primer momento define al protagonista dentro de la posición del héroe, nunca como a un tipo normal al que acaece una fatalidad, nunca como a un anónimo… sino como el tío que nos gustaría fuera nuestro colega. James Franco es nuestro colega, todo el rato, y no queremos que se muera en ese agujero, por eso se nos encoge la boca del estomago cuando apenas queda agua en su cantimplora, eso es lo que le diferencia del personaje de Ryan Reynolds en Buried, que nos toca tres cojones que muera, venga Obama a salvarle o se descubra que todo ha sido un sueño del señor Resines. Y para conseguir esto Boyle sacrifica únicamente los primeros quince minutos de película, establece quien es Aron Rastlon y porqué su historia merece ser contada.


Mención especial al trabajo interpretativo de James Franco que en ningún momento flaquea ni dejas de creértelo. Ahí, ahí va a estar en la lucha por el oscar.



18 ene 2011

Culebrón sin lágrimas


Estoy tomando algo con mi amiga Sil en una cafetería muy mona cuando me llama María para proponerme ir luego al cine, le indico que tengo muchas ganas de ir a ver Pa Negre antes de que la retiren de la cartelera, que menudos son los de las salas de cine con las pelis catalanas. Me digo a mí mismo que para haberme despertado a las seis de la tarde sin más expectativas que recalentar unos grasientos espaguetis del sábado anterior mientras me “lobotomizo” con un nuevo reportaje de Españoles por el mundo no está nada mal acumular dos planes un lunes por la noche.

Con este buen ánimo aguardo antes de entrar en la sala a que María termine de escribir un mail en uno de esos teléfonos modernos. Una vez comenzada la película me dura alrededor de veinte minutos. Después de contemplar una de las aperturas más impactantes y brutales que he experimentado en un cine la cinta se va diluyendo como un azucarillo entre el costumbrismo ingenuo y la imprecisión de estilo. Es una lástima porque cada escena está cuidada al detalle, destacando en algunos casos una fotografía excelente, un trabajo actoral importante y unos diálogos más que correctos. Sin embargo estos tres elementos que en un principio deberían haberse aliado en pro del éxito del film por una gestión cobarde se convierten en sus peores enemigos. Excepto Sergi López, Eduard Fernández y Nora Navas que son unos titanes y se mantienen en pie pese a la indefinición de sus personajes el resto de los actores no logra sobrevivir la primera hora de la película. Imprecisos y mal dibujados sobre todo el personaje de Andreu que cruza la barrera de la heroicidad hasta la villanía como el que va a comprar el metrobus. Del mismo modo la relación con su hijo no atraviesa ninguna evolución a lo largo del film y éste mismo relegado a ser un mero espectador durante noventa minutos, en diez es forzado a intervenir como juez supremo entre el afecto y el odio. Empantanándolo todo además una docena de insinuaciones accesorias a la trama principal que en ningún momento se resuelven ni se desarrollan más que en unas pinceladas, lastre literario que Villaronga sin duda arrastra de la novela de Emili Teixidor en la que está basada la cinta.

Agustí Villaronga equivoca tono y ritmo, comienza intentando mantener su independencia como director maldito para no caer en el melodrama con una estética y una transcendencia impostada y termina más cerca del telefilm de encargo que del cine para minorías. La película fracasa porque Villaronga no se atreve a enfrentar el culebrón que tiene enfrente, lo disfraza y aún se atreve a darnos lecciones de vida a lo new age cuando lo único que se le hubiera pedido es que emocionara. Pa Negre no emociona, y no lo hace porque el héroe no está trazado, el protagonista no interviene en la trama más que como testigo y el ruido literario de los diálogos ahoga el ritmo, interés y progreso de la historia.

Al salir del cine María me comenta que le ha gustado, así que me ahorro justificar mi mala elección (elegir película en los tiempos que corren es toda una responsabilidad, no se crean), esto y una quesadilla de pollo bastante decente que nos zampamos luego me ayuda a subir la nota de Pa Negre al suficiente con honores.


14 ene 2011

Natalie Portman lo sabe



Ella dice:

I felt it. Perfect. I was perfect”. Son sus últimas palabras y lo sabe. Natalie Portman lo sabe. Tiene medio oscar en el bolsillo y media legión de fans prácticamente analfabetos buscando en la wikipedia quién cojones era Tchaikovsky. Esa es la magia del cine, la que hace que se distinga de las demás artes, la posibilidad de acercar la belleza y la perfección a las masas manteniendo de manera simultánea al instrumento de la misma en una categoría análoga a la del pop star. Darren Aronofsky lo sabe. Darren Aronofsky es un genio. Y también lo sabe. De sus cinco películas dos son magistrales, dos son de culto y una… bueno, una es bastante discutible.

Black Swan entra dentro de las magistrales. No es perfecta pero tampoco creo que Aronofsky lo pretendiera, solo crear la ilusión de que sí lo es. La mitad de la cinta es sobria y sí, perfecta, puesta en escena, clima, suspense, desarrollo, actuaciones. La segunda mitad no es perfecta pero está lejos de apelativos como “conjunto de despropósitos”, “ejercicio de histeria”, “esperpento barato” (… por cierto, cada día que pasa me convenzo más de que el criterio cinematográfico de Carlos Boyero es tan válido como el sentido de la democracia para Hugo Chávez). Es justo esa amalgama de efectismos, para nada caóticos o maliciosos qué dicen, sino concienzudamente hilados y programados los que nos llevan hacia la consecución de un climax que, señores! dura treinta minutos. No me vengan ahora con el cuento de si la abuela fuma o si la abuela se mea… el cine es trampa, siempre lo ha sido y Hitchcock hacía trampa todo el rato. A ver si este judío pagado de sí mismo no va a poder!

Morfología de una pesadilla, la belleza y su lado oscuro, que es la obsesión por conseguirla. Si el gran Satoshi Kon levantara la cabeza se sentiría bastante más orgulloso de la reinterpretación que hace Aronofsky de Perfect Blue que la que hizo este mismo año Christopher Nolan de Paprika.


11 nov 2010

Yo no tiré mi juventud por el retrete. Ahora es cool.


¿Puedo decirlo? JA, JA, JA, ¿De verdad me dejan? Scott Pilgrim contra el mundo: es la comedia romántica del año!!!

No sale Julia Roberts ni Jennifer Aniston ni Candy Candy… Tampoco suena una banda sonara con un toque celestial de violines al final o una canción indie de un cantautor yanqui con camisa de cuadros del medio oeste, digamos, Kentucky… Ni siquiera hay un tío bueno con una sonrisa encantadora esperando en la puerta del porche con un enorme ramo de rosas rojas esperando a que la chica salga y confirme después de noventa hiperalmibarados minutos que sí quiere casarse con él.

No; sale el jepeto de Michael Cera todo el rato, haciendo muecas, y poniendo cara de que lo está pasando muy mal, la María Elisa esta que tiene menos onda que Chabeli Iglesias intentando respirar debajo del agua, gags ligeramente recalentados made in britain, algún número musical tratando de pasar por tope-punky, continuas referencias a videojuegos, elipsis criminales, cortinillas, multipantalla y mucha hostia gratuita adornada con onomatopeyas gráficas. Es decir, una frikada. Una adorable, encantadora, y deliciosamente entretenida frikada.

Friki y siguiendo el rollo de Kick-Ass Edgar Wright (responsable de la divertidísima Shaun of the Dead) adapta, cómo no, otro cómic al universo Hollywood, Scott Pilgrim, surrealismo pop de la mano de un gafotas canadiense (Bryan Lee O'Malley) que se está hinchando a firmar ejemplares de su novela gráfica.

Pues eso, la peli muy chula y muy recomendable. Si no la hubiera visto sería capaz y todo de este viernes ir al estreno y pagar los ocho euracos de rigor que te levantan los del cine haciéndote creer que un actor de Hollywood tiene el mismo derecho a la pitanza que un negrito del África.