Pasemos al jueves, día grande en definitiva,
día en que los Wilco, los Franz Ferdinand, Sr. Chinarro y etcétera se morían
de ganas de que por fin N y M fueran a verles, me los imagino en el backstage
sudorosos, intranquilos, bebiendo agua mineral y pegándose compulsivamente tiritas
en los dedos, preocupados por la botella de Martini y la media de ron que nos
habíamos pimplado, a ver si no van a llegar se decían, estos son capaces de
quedarse en la habitación hablando toda la tarde. Tranquilos chicos esto no va
con vosotros, bueno un poco con Antonio Luque si va, y con La Estrella De
David, con Baxter Dury y Purity Ring que no conseguimos disfrutarlos. A Baxter
Dury lo escuchamos de fondo, según entramos en el Parc del Forum de camino al
escenario Mini. Dos semanas diciendo lo guay que sonaba este tío y luego
pasamos soberanamente de él. En el Mini tocaban Friends, otra banda de Brooklyn
recién formada, con disco todavía calentito, sonido mestizo y estilo impreciso,
indie pop de mercadillo y con aspiraciones a modernidad, perdón chiquitines
pero Lykke Li hace mejor eso que ustedes sueñan. Después de un nutrido conjunto
de gorgoritos por parte de la cantante y una reverb capaz de provocar la muerte
espontanea de una manada de ballenas toqué el hombro de N y nos fuimos a pedir
una copa.
Ya de perdidos al río. Descartamos The
Afghan Whigs, Death Cab For Cutie y Mazzy Star y nos vamos al Pitchfork a ver a
Grimes antes de hacernos sitio en el escenario principal para saborear a Wilco
en primera fila. Grimes es Claire Boucher, una canadiense de veinticuatro abriles
que ha publicado un disco por año desde su debut en el 2010. Un buen ejemplo de
Juan Palomo, ella se lo guisa y ella se lo come. Un sintetizador, una
loopstation, su voz y unas cintas fosforitas en el pelo, no necesitó nada más a
parte de cuatro colegas bailando a su alrededor para poner a brincar a todo el
mundo. Lo dicho, sonidos electrónicos, looping y multipista vocal.
Es un lujo poder ver a Jeff
Tweedy y compañía a menos de cinco metros de distancia, más si Wilco ha sido una de tus bandas favoritas de
todos los tiempos y aún más si no los has escuchado nunca en directo. Supongo
que acumulas tantas expectativas que difícilmente luego puedes salir por
completo satisfecho del concierto. Ese fue mi caso, pero ya no tanto por las expectativas
creadas sino por lo legítimamente exigible a una súper banda como Wilco,
abanderados por antonomasia del rock alternativo. Correctos sin más y
profesionales a secas, así resumiría el concierto. Desde que Jeff Tweedy se
cree Paul McCartney Wilco es menos Wilco, es menos experimental y es menos
rock. Los dos últimos discos están bastante alejados de la brillantez de sus
mejores trabajos. Su disco homónimo del 2009 suena plano y almibarado, como si
al bueno de Jeff le hubieran metido una cuchara de melaza popera por el culo.
El último, The Whole Love a excepción
de un par de temas es un rollo sensiblero en el que se “versionean” a sí mismos
del modo más indulgente posible. Bueno, me estoy pasando, que este disco no
está tan mal. Solo estoy un poco resentido y un poco molesto, molesto porque se
ciñeron casi en su totalidad a estos dos discos como hoja de ruta, apenas se
concedieron y nos concedieron alguna licencia; decepcionado porque interpretaron
«At Least That's What You Said» (el
tema que habré cantado para mis adentros más veces en mi vida) sin una pizca de
alma, sin dejarse llevar por el calibre de la composición y por limitar su
parte instrumental; disgustado porque más de cincuenta mil personas les corearon
durante varios minutos y les imploraron otra canción y ellos se fueran sin mohín
alguno a beberse una cerveza al hotel y descargarse porno de travestis.