Todos los años una vez comienzan a colgar los primeros cortos en el NotodoFilmFest ya salen los típicos sabihondillos sentenciando que esta edición es la peor de la historia del festival, y la verdad que de no ser por las últimas remesas recibidas me habría forzado a darles la razón, porque el nivel (sin contar tres o cuatro excepciones) no era pésimo, era de vergüenza ajena. No obstante ya terminado el plazo de admisión de cortometrajes y haciendo media me atrevo a decir que puede que sea una de las mejores ediciones del Notodofilm. La gente se lo toma cada vez más en serio, ya no se hacen cuatro llamadas a unos amigos, se pide la casa prestada de alguien y hala, a filmar. Ahora se planifica, se rueda y se monta rayando la profesionalidad. Los que lo hacen, claro. Me ha sorprendido que muchos trabajos menores, sin apenas contenido y sin una mínima dosis de talento, como por ejemplo La muerte’l pollo de Josep Badell, carguen con una producción y un trabajo de la hostia. No sé dónde coño sacan el entusiasmo con tan malas ideas pero francamente diré que merece la pena. La merece porque, bien sea por envidia bien sea por pura fiebre de competición, ese entusiasmo se contagia, y basta con que le toque a dos o tres que tengan algo más que serrín en la cabeza para justificar a título propio todo el tiempo perdido en esto del cortometrajismo.
Con la salida de Nani del aparato directivo del festival más de uno habría aplaudido con las orejas si este año hubiera resultado un completo fracaso. Pero me temo que tanto a nivel de participación como a nivel de calidad el volumen de frikis en este país está por encima de emperatrices digitales, vacas sagradas y demás séquito. Aún más, tal vez sea el único año en el que el criterio del Comité de selección a la hora de elegir a los finalistas no me provoca el impulso irresistible de clavarme tenedores en las pupilas. Salvo por los cortos Extraños de Pablo Vara y Formación Profesional de Sergio Milán no se cometieron excesivas injusticias. Estaban todos los que merecían estar y alguno que otro que no merecía ni el desayuno por las mañanas pero se le deja para hacer bulto.
La peña contenta, los mandamases contentos y el artisteo a lo suyo. Hasta que, claro, salen los nominados y ahí todo quisqui pone el grito en el cielo porque no se han acordado de tal trabajo o de tal otro, y por supuesto yo no voy a ser menos. Me parece que cortos como Brokeback Mountain de Julio Mazarico o Los SuperMartinez de David Valero se merecían mejor premio que cero nominaciones, pero por encima, lo que no me entra de ningún modo en la cabeza es que una pieza como 10 segundos de Germán Esteva no se vaya a llevar ningún premio. A mi entender, que no tiene nada de modesto, este corto ejemplifica la mejor manera que tiene el arte de transmitir la idea y la emoción dentro de una historia, esto es, a través de la metáfora. Lo hace con una narración dinámica y sencilla, en la que contiene de una manera indirecta todos los elementos de los que quiere hablar. Síntesis y elegancia, ¡qué más se puede pedir!
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