4 dic 2009

No todo iban a ser taquillazos


En fin, el insomnio es lo que tiene, te concede un montón de tiempo para ti mismo. Puedes cerrar bares con tus colegas, preparar un delicioso arroz al curry en una paellera gigante para ti solo, deambular del baño a la habitación y de la habitación al baño, cumplir con las exigencias diarias del internauta y ver una peli friki arropadito con una manta y una tableta de chocolate…

No es una película que podáis ver en el cine porque no va a tener distribución en España. Pertenece a una productora independiente bastante modesta creada por el propio director del film, Jamin Winans, con el propósito de distribuir su primera peli (11:59) y producir la segunda, Ink.

Es un hallazgo visual sorprendente, el más sorprendente del año diría yo. No es su única virtud pero es la más destacable, una vez le das al play pareciera que estás sumergiéndote dentro de un videoclip de Depeche Mode, sobre todo los primeros treinta o cuarenta minutos, donde el ritmo es apabullante y no paran de suceder cosas extraordinarias, argumental y visualmente.

Por supuesto en el transcurso de la acción el ritmo decae y deja paso a las carencias del film, pésimas actuaciones, salvando un tantito al prota, el tufillo ñoño a lo Neil Gaiman que desprende la historia hacia la mitad, y la innecesaria pretensión de dar lecciones morales.

El resto de chapó… Una fotografía arriesgada (una de las causas que condenará esta cinta fuera del circuito comercial) pero muy conveniente a la estética del film. Un argumento clásico (la perenne lucha entre las fuerzas del Bien y el Mal) visto desde una perspectiva más personal que original, aun así se agradece, al menos no recurrimos a los zombies, thanks god! El fantástico diseño y caracterización de los malos, muy efectista, (no tanto, la de los buenos, que da un poco de grima). La música, compuesta por el mismo director de la peli, muy adecuada a la hora de reforzar la emotividad de las imágenes. El dinamismo de las escenas, los continuos golpes de efecto y trucos de montaje.

Y eso, totalmente recomendable, si la veis ahora podréis presumir unos años después cuando se convierta en una peli de culto del sci-fi, como les pasó en su día a Dark City, Donnie Darko o Miracle Mile, que vosotros la disfrutasteis primero.

Os dejo colgado uno de los cortos de este director que me ha parecido muy majete.

1 dic 2009

El yerno soñado de Juan José Campanella


¿No recordáis un bulo de hace tres o cuatro años que anunciaba la muerte de Juan José Campanella? No, seguro que no, porque fue una broma que me gastaron exclusivamente a mí, y lo peor de todo, me la tragué. Tampoco es que me esforzara mucho en contrastar la noticia, de primeras la tomé por buena, hasta anduve un par de días apenado porque de verdad me había gustado El hijo de la novia y me jodía que el tipo no pudiera seguir haciendo pelis.

Bueno, pues no está muerto, sigue haciendo cine, películas tan notables como El secreto de sus ojos. ¡Y qué queréis que os diga! Joder, pues ir a verla, no os vais a sentir defraudados. Yo de preferir hubiera preferido que no mareara tanto la perdiz con lo de la trama criminal, que logra mantener el interés, sí, pero en el fondo todos sabemos que es una excusa como otra cualquiera para servir de refuerzo al leitmotiv emocional del prota y su amor no resuelto. Esto es lo que verdaderamente importa, lo que Campanella sabe hacer a las mil maravillas, transmitir a través de su mirada amable y tierna el conflicto sentimental de un mismo personaje con variantes, aderezado todo ello de una generosa serie de ingeniosos latigazos de dialogo y el contrapunto cómico de un secundario de lujo como es por ejemplo Eduardo Blanco y el de este caso, Guillermo Francella, que está que lo borda, lástima que el desarrollo de la historia lo releva a un segundo plano.

Darín es el yerno soñado de gran parte de Argentina y de media España gracias a Campanella, y si éste se lo propusiera hasta un tío con tan poco carisma como Ramoncín podría ser ese yerno, porque sabe tocar como nadie la fibra sensible del espectador, animar el fondo común de los buenos sentimientos... porque sabe convertir un detalle al inicio de la película en un motivo para mojar el pañuelo antes de los títulos de crédito, porque te hace salir del cine con una sonrisa idiota y el cerebro apestando a romanticismo urbanita.